Si tuviera que hacer una lista de las cuestiones que más interés suscitan entre la gente que me encuetro o que me para por el camino sin duda la de: ¿Y cómo te lo haces para dormir? ocuparia una de las primeras posiciones en el ranking.
Tras más de ocho meses bicicleteando por sudamérica y por si os sirve de referéncia a todos los que estéis pensando en iniciar un viaje de largo recorrido con bajo presupuesto, aquí os brindo las que han sido algunas de mis experiéncias a la hora de buscarse el nido.

Ya desde los inicios en la Patagonia empezaba a pedalear sabiendo que si quería viajar durante un periodo de tiempo más o menos largo una de las cosas que tenía que controlar era el tema de los gastos con respecto al alojamiento, ya que es la parte del viaje que se lleva el mayor desembolso del presupuesto diario. Considerando ese tema la cuestión se reducía más un tema de adaptación al medio y de inventiva espontánea, ya que era obvio que habría muchos momentos donde tendría que improvisar en el momento y, por supuesto, abrir la mente a nuevas y no necesariamente ortodoxas opciones.

Al principio siempre resulta algo más duro, especialmente al ser nuevo en un país en el cual no estás familiarizado con su cultura, maneras de hacer y de entender. Aunque poco a poco uno aprende a fluir cada vez más hasta que todas aquellas situaciones que en un principio te parecen como salidas de la trastienda de un circo o de una película de horror pasan a formar parte de tu rutina diaria e incluso le dan ese punto auténtico a tu aventura.

Los escenarios llegan a ser tan pintorescos como surrealistas, y es que dónde uno antes veía estaciones de autobús desoladas, montículos en el paisaje o edificios abandonados uno pasa a descubrir un nuevo universo de localizaciones dónde refugiarse del viento, la lluvia y pasar la noche de la manera más ‘segura’ posible.
Precisamente hace unos días conversaba al respecto. La capacidad que el ser humano tiene de apropiarse, aunque tan sólo sea por unas pocas horas, de un espacio y hacerlo suyo. Reorganizar, modificar, adaptar. Me daba que pensar en lo interesante que sería como experimento el ofrecer la misma localización con las mismas posibilidades a diferentes sujetos por tal de ver la solución de habitaje temporal que podrían llegar a desarollar en cada caso. Estoy prácticamente seguro que encontraríamos tantas opciones como participantes.
Otra de las cosas que me ha llamado mucho la atención en el camino y me ha llenado el corazón de alegría ha sido el CALOR HUMANO.
Cientos de personas han sido las que me han ofrecido ayuda de manera interesada en forma de cobijo, comida, una ducha o un simple café o mate caliente acompañado de una rica charla en los días de frío. Momentos inolvidables dónde ambas partes nos hemos encontrado en ese maravilloso lugar sin fronteras ni etiquetas. Dónde ni la procedencia, la raza, la posición económica ni las apariencias han intervenido. Ese genial encuentro cara a cara, persona a persona.
Parques públicos, estaciones de autobús, trastiendas de restaurantes, cuarteles de bomberos o de policía, baños públicos, restaurantes en ruinas, peluquerías, campos de fútbol y hasta funerárias se han convertido en el pan de cada día y no sólo eso, sinó que han pasado a ser nuevas posibilidades dónde conocer a gente o experimentar emocionantes experiencias de viaje, ya que al final se trata de eso, vivir el viaje, y no simplemente moverte de un punto A a uno B.


A propósito de conocer a gente, ahi van un par de histórias de las que hacen que un viaje sea auténtico.
Bajo éstas líneas teneis a la familia de pescadores que habita Caleta Botija, en el litoral Chileno. Ellos se dedican a la pesca del congrio y a la recolección de algas para su exportación y posterior tratamiento.
Tras un largo día de pedaleo en las desoladas y húmedas costas del norte de Chile la noche se me echaba encima y kilómetro tras kilómetro no encontraba un lugar que me cobijara del fuerte viento. A lo lejos divisé unas casetas de pescadores y decidí ir a ver que encontraba. Al llegar ellos justo regresaban tierra después de su jornada de pesca.
No sólo me ofrecieron café humeante y pan con mantequilla y mermelada, sinó que directamente se organizaron para añadirme a la cena del día y me adoptaron como huésped de excepción ofreciéndome la mejor cama de la barraca.

A la mañana siguiente recuerdo el rico olor del pan amasado recién horneado y tostado en la hoguera de leña, Un potente desayuno para arrancar el día cada cual con su tema, unos a la pesca y otros a los pedales.
Otra buena história me sucedió por casualidad, justo al llegar a caleta Cifuncho. Tras preguntar en diversas ocasiones si podía acampar en alguna zona cercana al pueblo y todo el mundo me remitia a la playa decidí salir a las afueras para buscar resguardo del viento. Así fué como conocí a Miguel. Un hogareño que gritó desde su ventana para ofrecerme de nuevo un rico café.

Miguel vive en una humilde casa a orillas del Pacífico y según me explicó era aficionado a las bicicletas y siempre trataba de ayudar a los ciclistas que deambulaban por la caleta. Tras una buena charla me contó que se retiró a esa casa, propiedad de un amigo suyo, para cuidarla y así descansar del ritmo de la urbe.
Como hobby recolectaba conchas marinas y las barnizaba en su terraza a modo de souvenir. Al caer la tarde me entregó las llaves de su casa y se despidíó hasta el día siguiente yendo a dormir a una pequeña barraca que tenia en el cerro.
Y yo me pregunto (con mi cabeza europea…), quien te entrega las llaves de su casa para que pases la noche en ella, cocinando en su cocina, usando su baño y durmiendo en su cama? Ahí os lo dejo señores…
Lo curioso en estos casos es que las opciones están ahí dispuestas para ti, Tu simplemente has de preguntar y , a veces, ni siquiera eso. Dejar que las cosas fluyan y se den de manera natural.

Y así es como me sucedió recientemente hasta que di con la Combi en ruinas del Dique Cabra Corral en la región de Salta, Argentina. Tras deambular por la zona y haber pernoctado en algún que otro camping dónde las sensaciones no fueron demasiado buenas como para repetir, conocí al dueño de una cafetería que me habló acerca de un Odontólogo jubilado que tenia un pequeño terreno a orillas del lago, éste estaba en construcción y por el momento tenía una Combi vieja para guardar las herramientas y hacer alguna que otra siesta.
Bien, más de lo mismo, fuí a conocerlo y tras una charla me ofreció acceder a su terreno para acampar o pernoctar en la furgoneta más hippie de los alrededores.

El resultado fueron un par de maravillosas noches bajo las estrellas, a orillas del lago, una de ellas con asado incluido ;). Creo que en momentos así ni el mejor hotel del mundo podría llegar a ofrecerte una tan singular experiéncia.
Como era de suponer no todas las vivencias iban a ser positivas, también han habido un par de situaciones no tan agradables.
En una ocasión, en Neuquén, Argentina, llegué a una zona de recreo en el centro de la ciudad. Llegué bastante tarde y me dispuse a acampar en un recinto público supuestamente vigilado. Tras preguntar a los chicos de la garita de seguridad, me indicaron dónde podía levantar campamento. Se trataba de una zona abierta y muy despejada, con un par de edificios de instalaciones que permanecían cerrados.
Pocos minutos después de montar mi tienda de campaña apareció un coche de policía, del cual salieron dos agentes que tras presentarse me pidieron la documentación. Yo accedí a su petición a la vez que les pregunté por el motivo. Cuestiones a las cuales respondieron con un: «Es por su propia seguridad».
Llegados a tal punto empezamos a hablar hasta que me comentaron que en los últimos meses habían proliferado los asaltos con arma de fuego en la zona, cosa que evidentemente me alarmó. ¿Como se supone que iba a ser capaz de pasar la noche y dormir en mi carpa siendo conocedor de dicha circunstancia?

No me costó demasiado volver a ir a visitar a los chicos de la garita para preguntarles si podía tirar la carpa a escasos metros de su puesto de vigilancia. Ellos tras un par de minutos de charla me abrieron la puerta de un baño para minusválidos situado en las instalaciones del recinto y me dieron la opción de encerrarme en él para pasar la noche.
Mirándolo desde el lado negativo… Pasar la noche encerrado en un baño…¿en serio?. Mirándolo desde mi lado… Pasar la noche calentito en un lugar seguro y encima disponer de un baño privado… Genial!
Por último, y más en la era digital en la que estamos, me gustaría hacer mención a la cantidad de posibilidades que internet y las redes sociales nos brindan por tal de encontrar a gente afín, y con ello, alojamiento. Éste fue el caso de mi experiencia con Juan Pablo, Tamy y Mauro de @bikepackingtheplanet.

Ellos no sólo me abrieron las puertas de su casa, sinó que me ayudaron a avanzar en mi camino a través de la cordillera de los Andes. Gente increible con la que mantengo el contacto y aún me duele el estómago de tanto reir.
En fin, mil y una noches de dormir en muchas situaciones diferentes, en ámbitos y rodeado de gente diversa. Experiencias de todo tipo, algunas geniales y algunas otras no tanto, aunque todas ellas válidas para el aprendizaje y seguir adelante con este gran sueño viajero.